(la foto es del Instituto de Tecnologia em Imunobiológicos da Fundação Oswaldo Cruz (Bio-Manguinhos/Fiocruz).
Créditos: Fernando Brito/Ministério da Saúde
Estatal, gestionada con participación popular y al servicio de la salud colectiva: así defiende el Movimiento Salud Popular que debe ser la industria farmacéutica y de insumos. Uno de sus objetivos centrales: cuestionar el actual sistema de patentes
¿Es posible tener una industria farmacéutica que garantice la equidad, promueva la soberanía de los países, ofrezca trabajo digno y respete el medio ambiente? Este es el compromiso del Movimiento Salud de los Pueblos (MSP), una red de movimientos sociales que trabajan en todo el mundo en la lucha por la salud para todos. Este mes, el MSP lanzó un documento con lineamientos políticos sobre Medicamentos Públicos, un llamado a superar la Big Pharma a través de una industria vinculada al Estado, que no opere con base en la lógica del lucro y desafíe el sistema de propiedad privada.
Para Sara Helena Gaspar , coordinadora del proyecto Public Pharma –o Farmacias Públicas– del MSP en Brasil, el movimiento busca un cambio de paradigma: “No significa ir a lugares donde el sistema no funciona. Es lo contrario: entender que el sistema en general no funciona” y repensarlo desde sus cimientos. Para ello, el documento comienza definiendo qué se entiende por Medicamentos Públicos. El principio básico del MSP es que esté controlado por las autoridades públicas.
“Las asociaciones público-privadas o las entidades privadas que reciben financiación pública no califican como ejemplos”, afirma el documento. Los medicamentos públicos, según Alan Rossi , coordinador global de la iniciativa en MSP, son un concepto controvertido, a menudo cooptado por el discurso neoliberal. Por lo tanto, el movimiento decidió que, desde su punto de vista, la propiedad estatal es el aspecto más importante. Además, también es necesario que haya participación social en la toma de decisiones y que el desarrollo de tecnologías esté “al servicio de la salud pública”.
Empresas farmacéuticas públicas como las que el MSP pretende incentivar ya existen, incluso en Brasil. La Fundación Oswaldo Cruz (Fiocruz), por ejemplo, encaja en la definición, en términos generales. Y es que, como destaca Alan, el país cuenta con más de dos docenas de laboratorios públicos que, pese a las dificultades de financiación, son capaces de generar importantes innovaciones –e incluso su propia plataforma de ARNm- .
Para el MSP, los gobiernos necesitan aumentar el apoyo y los recursos asignados a estas infraestructuras “dedicadas a la investigación, desarrollo, producción y/o distribución de productos farmacéuticos y otras tecnologías sanitarias”. Se trata de una agenda central para “descolonizar los paradigmas de salud, desafiar la hegemonía corporativa y promover un enfoque de salud global basado en los bienes comunes y la solidaridad”, según el documento.
¿Empresas farmacéuticas públicas en el sistema de patentes?
Hay otra característica muy importante en la definición que hizo el MSP de Medicamentos Públicos: la búsqueda de compartición y cooperación en la producción de tecnologías en salud. Esto significa que, por principio, deben oponerse al actual sistema de propiedad intelectual, explican Sara y Alan. Según el investigador, las patentes “son un mecanismo de concentración del mercado y de extracción máxima del valor de ese conocimiento, lo cual es totalmente opuesto a lo que creemos que debe ser el Farmacéutico Público”.
Alan dice que surgen dos preguntas posibles cuando se toma esta decisión de desafiar el sistema de propiedad intelectual. En primer lugar, hay quienes creen que la falta de “protección” amenaza la investigación en desarrollo, que podría ser “robada” por otra empresa farmacéutica y luego patentada. Hay una solución: poner siempre la tecnología en el dominio público desde el principio. Por tanto, según él, patentar se hace imposible.
Pero también existe el argumento de que registrar la propiedad intelectual sería beneficioso para la empresa farmacéutica pública porque podría generar ingresos para su financiación. Pero los investigadores se oponen a esta lógica. “De hecho, la empresa farmacéutica pública debe utilizar los mecanismos de compartición y cooperación, que están alineados con su propósito”, según Sara.
Alan plantea otro punto importante: las empresas farmacéuticas públicas deben incluso recurrir a licencias obligatorias –más conocidas como “ruptura de patentes”– siempre que entiendan que es necesario para producir un medicamento importante para la población. “Hay que hacer un trabajo estratégico, de definir qué es prioritario, analizar qué está patentado y si es posible producir sin infringir la patente –o si será necesario un licenciamiento obligatorio para garantizar su producción-”, dice Alan. El desafío del sistema de patentes es clave para la visión farmacéutica pública del MSP.
¿Cómo hacer viables las empresas farmacéuticas públicas?
Los investigadores sostienen que las empresas farmacéuticas públicas, controladas por el Estado y la participación popular, son un mecanismo fundamental para superar el poder de las Big Pharma , que “promueven el dominio biomédico, sofocan la innovación, privatizan los recursos públicos y desalinean la investigación y el desarrollo con las necesidades de salud pública”. Pero hay un problema: ¿cómo hacerlas posibles, con gobiernos que siguen la lógica neoliberal de desmantelamiento del Estado?
“Éste es un problema insuperable”, sugieren Sara y Alan. Una vez más, el ejemplo de Brasil sirve para entender un fenómeno global. Según el investigador, “el mayor enemigo es el neoliberalismo”, que aquí se expresa en la defensa sin sentido, incluso por parte del gobierno federal, del Marco Fiscal y de políticas económicas de “austeridad”. Este “nuevo tope de gasto”, como lo llama, es el principal obstáculo para fortalecer la industria farmacéutica pública en el país.
Sara y Alan cuestionan la opción del gobierno de impulsar el Complejo Económico Industrial de la Salud a través de Alianzas para el Desarrollo Productivo (PDP). Son acuerdos entre los sectores público y privado que tienen como objetivo la transferencia de tecnología y capacitación para la producción nacional de medicamentos, insumos y productos estratégicos. No se trata de negar su importancia para el fortalecimiento de la industria, sino de cuestionar si este debe ser el camino prioritario.
Sara cree que este tipo de iniciativas son “poco ambiciosas”. “Es una despriorización de la innovación y de la capacidad que tenemos instalada. Brasil ya tiene esta red verdaderamente pública, vinculada a las universidades”. Para ella, es una idea que se alinea con la creencia de que no es posible invertir más. Alan añade: “Esta escasez artificial generada por el nuevo límite de gasto crea este agotamiento que parece poner al gobierno en un camino sin salida”.